lunes, 21 de julio de 2014

SUERTE



La ingenua Dolfina jamás creyó que el rubio alemán, integrante de una de aquellas cuatrocientas cuarenta y tres familias de agricultores y artesanos  que formaron Villa Carlota, traídas por Maximiliano a Yucatán para colonizar el estado en 1864, no fuera a quedarse con ella después de dejarla preñada en el primer –y último- encuentro. Así que su primogénita - y única hija- Elena, fue reconocida con el apellido criollo de su madre elevado al cuadrado, Fajardo Fajardo. 
Si creyera yo en la suerte, diría que Elena tuvo menos que su madre al quedar viuda con seis hijos, cuando el camión de redilas en el que viajaba su esposo -que fue mi abuelo, volcó en el camino a causa de la tierra erosionada por las lluvias. Mientras que el tío Carlo el tercero -que en ese entonces tenía doce años- lloro poquito al reconocer a su papá como uno de los desafortunados viajeros, Elena y sus dos hijas, tía Dolfina –llamada como su abuela- la mayor de todos y tía Elsa la quinta y menor de las dos mujeres, lloraron desgañitadamente durante siete años tras la noticia. La pobreza no se hizo esperar, obligando a los varones que estudiaban a dejar la escuela y correr tras el ferrocarril recogiendo todo pedazo de carbón que cayera de éste haciendo como hacen muchos niños, del trabajo algo divertido. Segundo y tercero de primaria les fueron suficientes para aprender de sumas, restas y entender lo que se escribe con las letras y poder montar de adultos un negocio familiar. 
Si creyera yo en la suerte, diría que las mujeres del matriarcado de Elena tuvieron menos que los varones; la mayor fue crecida para casarse y la menor destinada a quedarse cuando Elena le espantara al último pretendiente, un médico general, quien despechado, al mes se casó con la enfermera que le asistía en su consultorio. Los varones dentro de un matrimonio cada quien, se poblaron de hijos que en su mayoría fueron hijas, de cada 8 mujeres un solo hombre.  
Si creyera yo en la suerte, diría que las nietas de Elena somos más afortunadas que los nietos que son pocos. A falta de varones que educar, los hijos de Elena crecieron a sus hijas también como hombres. No hubo diferencia entre falda y pantalón; jugamos las canicas como las muñecas, muchas decidimos estudiar y casarnos, con hijos e hijas algunas decidimos quedarnos y otras divorciarnos.  
Si creyera yo en la suerte, diría, cuando pienso en los biznietos y biznietas de Dolfina, que tendrán más que cualquiera. 



Escrito por Alicia Ayora Talavera

domingo, 20 de julio de 2014

UNIVERSO COMPARTIDO

En estos tiempos en los que se ha recrudecido el exterminio en mi patria y en la ajena





No empezamos con las manos vacías. Venimos al mundo pero no estamos solos. Nadie nace solo, nadie puede sobrevivir solo. El universo humano es un universo compartido.
Joan C. Mélich

viernes, 11 de julio de 2014

ESTA TIERRA ES MÍA






                                           No entiendo nada, solo siento una profunda tristeza.

domingo, 6 de julio de 2014

ES MEJOR





Siempre es mejor un ratito que nunca
Un besito que ninguno
Un abrazo 
Una caricia
Una palabra
Una persona
Un amor 
Un te quiero 
Un deseo
Un sueño
Una vida que ninguna…
Y por todo lo que le antecede
Siempre es mejor un adiós que ninguno
Un final que ninguno

Escrito por Alicia Ayora Talavera